grito

Poema dadá naïf- El grito desenfadado

Erase una vez un hombre
a un grito muy encariñado.
Gritaba para ir al baño.
Gritaba para beber.

Su boca era ruda y peluda.
En su lengua un erudito.
El grito era toda su esencia.
Resonaba en su retina.

Bostezos de alta frecuencia
y ronquidos de tenor.

¿Cómo decirle a este hombre
que callase un poco más?

Una mujer lo intentó.
¡Qué te calles, corazón!

Un cura lo invocó
¡Jesús, viva el silencio!

El final, con mucha pena
un poeta le pidió:

«Caribeño, rey del rock,
afloja un poco las cuerdas.
Tu voz es un suave poema,
dale mucho más amor.

Canta y ríe, lo que quieras.
Háblame de tu dolor.
Pero siempre con medida,
palabras de un orador.»

Poema dadá El grito desenfadado, creado por Cristina Alejos

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Comentario sobre la poesía

Este poema dadá naïf nació del recuerdo de Quevedo y Góngora, que se llevaban como el perro y el gato.

Poema «A una Nariz»

Érase un hombre a una nariz pegado,

érase una nariz superlativa,

érase una nariz sayón y escriba,

érase un pez espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,

érase una alquitara pensativa,

érase un elefante boca arriba,

era Ovidio Nasón más narizado.

Érase el espolón de una galera,

érase una pirámide de Egipto,

las doce tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,

muchísimo nariz, nariz tan fiera

que en la cara de Anás fuera delito.

Poema A una Naziz, de Francisco de Quevedo


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